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“Siento que fue el gobierno quien se llevó a mi muchacho”: madre de uno de los jóvenes desaparecidos en Michoacán

Jueves 21 de julio de 2016, por Hasta encontrarlos

(20 de julio, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- Diego Antonio Maldonado Castañeda estudió psicología, pero también practicaba la danza prehispánica, difundía y promocionaba actividades culturales, hacía proselitismo político de izquierda e impartía talleres de ciencia para niños; hace dos días fue su cumpleaños 38 y el 22 de julio próximo se cumplen cuatro años de la desaparición forzada que sufrió junto a su primo Luis Enrique Castañeda Nava y su amiga Ana Belem Sánchez Mayorga.

A Diego Antonio Maldonado y Laura Castañeda, padres de Diego, se les refleja la tristeza en el rostro, pero también el temple optimista, esperanzador y de lucha. La cual iniciaron desde julio de 2012, casi al finalizar uno de los sexenios más violentos y sangrientos de la historia contemporánea de este país, luego que Calderón declarara “la guerra” contra el narcotráfico.

La historia de la desaparición forzada de su hijo y los otros dos jóvenes, es una narración gravemente complicada con serios tintes kafkianos, en los que diversos y complejos actores se han visto inmiscuidos, en momentos a veces difíciles de captar, los cuales se van intercalando entre los recuerdos y explicaciones de ella y las descripciones que él aporta.

La conclusión es una “yo siento que fue el gobierno quien se llevó a mis muchachos, pero las causas no las sabemos, son desconocidas”, puntualiza Laura Castañeda a Revolución TRESPUNTOCERO, sin embargo lo cree por las acciones y las versiones “más coherentes” que ha llegado a obtener, por medio de su propia investigación.

La desaparición de Diego y sus compañeros aconteció en Paracho, Michoacán, una de las zonas mayormente dominadas por el narcotráfico, donde sus habitantes prefieren callar, antes que morir, donde existe un toque de queda ‘disimulado’ y “todas las autoridades se relacionan con grupos delincuenciales”, se asevera.

El 18 de julio de 2012, los tres jóvenes llegaron a dicho municipio para impartir un taller de ciencia para niños, organizado por el ayuntamiento municipal, que a su vez contrataron dicha actividad a la pequeña compañía Kidscience, por medio del Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología.

El hotel donde se hospedaron en aquel momento fue el Santa Fe, recomendado por Lourdes Amezcua, la encargada de cultura del municipio. Diego tenía planeado celebrar ahí también su cumpleaños, por lo que después de impartir el curso los días 19, 20 y 21, decidieron quedarse una noche más, esto también porque querían presenciar la inauguración del festival de los globos de cantoya.

El sábado a la 1:30 de la tarde se despidieron de Amezcua, quien les agradeció el curso, pero le informaron que se quedarían un poco más de tiempo. Aquella noche comenzó la tragedia de los jóvenes, según las versiones del recepcionista, quien ha caído constantemente en contradicciones, “los tres muchachos llegaron de un bar, subieron las escaleras y detrás iba un hombre al que le cubría la cabeza la capucha de la sudadera pero no así el rostro. Sin embargo el recepcionista dice que no lo vio, pero le preguntó a dónde iba y respondió que ‘iba con ellos’, a los pocos minutos los dos muchachos bajan golpeándolo y momentos después el encapuchado –posiblemente era él- regresó con otro grupo que luego de gritos, golpes y dispararon y se llevó del hotel a los tres muchachos”, declara a Revolución TRESPUNTOCERO Laura Castañeda.

La segunda versión de los hechos, nuevamente es aportada por el recepcionista, la cual para el padre de Diego es la menos creíble, el hombre detrás del mostrador, comenta que los jóvenes llegaron con dos mujeres, luego asegura que era una sola, relacionadas sentimentalmente con jefes de la plaza –caballeros templarios-, por lo que éstos los siguen hasta el hotel, luego de la violencia en su contra los levantaron.

La versión de la dueña del hotel, también se tergiversó durante todas las ocasiones a las que asistió a declarar, donde el dato principal era que si no había pruebas de los hechos en el hotel, era porque el grupo armado durante dos horas las estuvo “lavando”, sin embargo, la versión final fue aseverar que fueron elementos de la policía quienes entraron por ellos al lugar, hubo disparos y durante dos horas se mantuvieron limpiando la escena.

Testimonio que coincide, levemente, explica Laura, con el de los huéspedes. “Uno de ellos preguntó a otro ‘¿tú eres uno de los sobrevivientes?’, a lo que respondió ‘no’, el que preguntó le dijo: ‘fue la policía’, a lo que en su declaración la otra persona asevera que ‘fue la policía municipal, escuché todo el escándalo y después me asomé por la ventana, ahí estaban las patrullas de la policía estatal’, por lo que según las versiones fueron dichos elementos”, asevera Laura.

Una huésped extranjera, agregó otros datos y comentó que estando en el cuarto piso, último del hotel, escuchó que en la cafetería del hotel, que se encuentra ubicada en la azotea, se escuchaba como un grupo cantaba las mañanitas, y felicitaban a una persona, “lo que tendría lógica y a su vez indicaría que los muchachos no salieron del hotel y lo del bar no es verdad”, agrega la madre de Diego.

Por su parte, su padre, Diego Antonio, comenta a Revolución TRESPUNTOCERO que “lo primero que hice a mi llegada fue preguntarle a los federales dónde estaban las cámaras, pero dijeron que no habían; los hechos pasan para amanecer domingo, nosotros llegamos allá tres días después, tuvieron tiempo para limpiar la escena de los hechos”.

Además de esto, los peritos dieron otra versión, según sus pruebas, uno de los jóvenes estaba recostado viendo la televisión y el otro sentado en la cama, lo cual respaldaron por las supuestas arrugas que encontraron en la cama, aunque solamente se las mostraron a los padres en fotografías, ya que no les permitieron pasar, porque “contaminaban la escena”, aun cuando se dijo que los mismos culpables del levantamiento permanecieron dos horas “limpiando las evidencias”.

Laura y Diego Antonio solamente recibieron una pequeña bolsa con algunas de las prendas de su hijo, y es que según el recepcionista y la dueña del hotel, quienes levantaron a los jóvenes tuvieron tiempo de llevarse parte de su ropa, celulares, e incluso un aparato de gran peso, que usaban para los experimentos científicos. Situación que hasta el momento los padres no se explican, por lo que no lo creen posible.

“A nosotros no nos consta, ni tampoco nos demostraron que hayan tenido un pleito antes y que por eso se hubiera dado el levantamiento, tampoco nos consta si estuvieron en un bar, lo que noté cuando fuimos a Paracho, es que todos los comercios cierran temprano, anduvimos caminando por ahí y no se vio bares abiertos, como que toda la gente después de las nueve de la noche ya se encuentra en sus hogares, tal vez sea un toque de queda que hayan impulsado por el narcotráfico porque desde temprano ya no había mucha gente”, agrega Diego Antonio.

La principal percepción del padre, la cual reitieró en distintas ocasiones, durante la entrevista con este medio, es que posiblemente los “pusieron”, es decir, el narcotráfico los pudo haber confundido y derivado de esto los levantaron para investigarlos. Uno de los puntos que menciona como argumento de su teoría, es la recomendación que le hizo una periodista.

“Nos dijo que no nos subiéramos a ningún taxi, porque ellos son los que ponen a la gente, saben qué dices, ellos son los halcones en ese pueblo al servicio del narco, informan quién entra y quién sale, si te dejan en el hotel saben en cuál y tal vez hasta el número de habitación, posiblemente así fue como ubicaron a los muchachos”, comenta Diego Antonio.

Quien agrega un dato más, trayendo al tema la masacre acontecida el 10 de diciembre de 2010 en Tecalitlán, Jalisco, donde hubo un enfrentamiento entre cárteles de la droga, siendo los Caballeros templarios, quienes llegaron a las tierras dominadas por el Jalisco Nueva Generación, “hablamos que eso sucedió año y medio antes de la desaparición de los jóvenes, posiblemente sospecharon de ellos o los confundieron con agentes federales que investigaban y de ahí el levantamiento, esa es mi percepción”, añade.

Otra de las pruebas en el caso, son fotografías que el padre de Diego pidió a Lourdes Amezcua al llegar a la presidencia, donde lograron identificar a dos sujetos que parecía mantenían vigilados a los jóvenes, pero hasta el momento las autoridades no le dieron seguimiento a dichos elementos. En medio de la tragedia, los padres de Diego no solamente han padecido el nulo apoyo de la Procuraduría General de la República, sino también la extorsión y las mentiras.

En aquella primera semana de búsqueda un representante del partido Movimiento Ciudadano, instituto político al que ellos apoyaban en mítines y campañas electorales, se les acercó, presentándose como Aníbal Guerra y les pidió vía telefónica que abandonaran Paracho, que “era peligroso para ellos” y que Movimiento Ciudadano –Morelia- se ocuparía del caso.

Guerra, según palabras del padre de Diego, aseveró “sé que a las cuatro de la tarde los fines de semana, la Tuta y otros líderes de plaza se reúnen en Apatzingán a jugar cartas y beber cubas, iré a preguntarles qué pasó con los muchachos”, esto bajo el acuerdo que los padres no harían otro tipo de investigación por su cuenta. Por lo que optaron por esperar respuestas.

Las cuales nunca llegaron, Guerra a partir de ese momento comenzó a no estar disponible para ellos y finalmente desapareció, fue aproximadamente un año después que una amiga de Diego lo encontró en Cámara de Diputados a donde acompañó a Laura a pedir apoyo en la búsqueda. “Dile a la señora que deje de estar chingando ya, que se ponga a cuidar a sus otros hijos”, respondió Guerra cuando la joven le explicó que hacían ahí.

Minutos después encontró a la madre de Diego y le aseguró que su hijo estaba muerto, que “aquella gente”, le informó que si no los rescataba un día determinado se olvidara de buscarlos, por lo que le aseguró que ya no vivían. Aquel fue la última vez que se le vio a Guerra, y aunque los padres de Diego pidieron a PGR lo investigara, la dependencia aseguró que no lo habían podido localizar porque los domicilios que él tenía registrados “no coincidían”.

La extorsión también se hizo presente un mes después de la desaparición forzada de los jóvenes, esto por medio de un supuesto sacerdote que contactó a la familia asegurando conocer a Diego y estar preocupado por su paradero, luego de ‘confesar’ a los padres que en su momento él fue parte de la familia michoacana, les dijo que podía localizarlos.

Por varias semanas insistió e incluso aseguró ir al lugar de los hechos, de donde sacó la explicación que los jóvenes estaban secuestrados por los templarios, uno enseñando karate y otro haciendo anfetaminas, pero de la chica no se sabía nada. Luego de pedir que Laura fuera a Morelia sola con una alta suma de dinero para el rescate, canceló la supuesta negociación porque ella no fue sola.

El siguiente paso de quien se hizo llamar Juan Ramón y a la vez Juan de Dios, fue él quien “entregara el dinero”, los padres de Diego aseveran que sí sabían que era extorsión pero su esperanza y desesperación pudieron más y cedieron, aunado a que habían visto a este hombre impartir misa y cerca de otros sacerdotes, sin embargo él también desapareció.

La PGR asegura que tampoco lo ha podido localizar, “pero a nosotros no nos consta si de verdad lo han buscado”, comenta Diego Antonio. Ellos también acudieron a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la cual el padre del joven califica como “la peor institución de gobierno que conozco.

Dijeron que iban a mandar a dos visitadores a Paracho pero siempre tenían otras comisiones, yo les reclamaba si lo de mi hijo no era importante. Lo peor que conozco en México son los que se les llaman Derechos Humanos, tienen oficinas muy bonitas para un montón de haraganes burócratas que han decidido refugiarse en las instituciones para dormirse, para hacer de esas instituciones un club social y a esto se le suma la PGR, dicen que los agentes están allá, pero nunca investigaron, todo lo que yo quería que se investigara fuimos nosotros quienes dimos las pruebas”.

Por su parte Laura comenta que en su momento una comisionada de Antisecuestro les dijo que no podían ir en ese momento porque “ellos tienen armas más poderosas que las de nosotras”, a lo que agrega Diego Antonio, “prácticamente yo no voy a exponer a mi gente por buscar a tus hijos”.

Aquella noche hubo dos disparos dentro del hotel y cuatro más afuera, sin embargo no fueron tomados en cuenta por las autoridades. Y aunque se han dado a conocer testimonios y otras pruebas, la PGR nunca ha reconocido el hecho como una desaparición forzada, “porque de hacerlo también reconocerían que fue el Estado y eso no les conviene”, afirma Laura.

Hoy el acompañamiento del caso y quien ha mantenido la presión hacia el Estado es la ONU, “son los únicos que han aceptado que es una desaparición forzada, estamos agradecidos por su apoyo, aunque el Estado tampoco a ellos les da resultados”, asevera Laura.

Quien agrega que aunado a las malas prácticas en el caso, se encuentran las declaraciones del entonces presidente municipal de Paracho, quien les aseguró a ellos que sí conoció a los muchachos, pero que en sus declaraciones aseveró que jamás los vio. Los padres señalan que aun cuando ellos son quienes localizan las pistas y se las entregan a la PGR para que sean quienes investiguen, estos les dicen que lo hacen, pero no les demuestran con resultados.

A cuatro años de la desaparición forzada de los tres jóvenes, los padres siguen luchando también en contra de los obstáculos que la PGR les atraviesa, y es que la última vez que asistieron a la dependencia para conocer del caso y sus avances –hace algunos meses atrás- la respuesta fue “que tenía mucho trabajo y que estaban rebasados, por lo que iban a dejar un rato el caso, aunque también dijeron que ya habían ido a seguir investigando, sin embargo no nos dieron ningún tipo de prueba o resultado”, afirma Laura.

Los padres aseguran que para ellos lo principal sería que toda la relación de personas que se encuentran conectadas al caso fueran llamadas a declarar e incluso quisieran mantener un careo con ellas, pero “la Procuraduría se ha zafado diciendo que no los encuentran”.

Ante esto, Laura y Diego Antonio no dan por finalizada su búsqueda, el padre de Diego asevera que siempre ha sido una “táctica” del gobierno, cansar a las familias, pero no es su caso. Ambos mantienen su búsqueda diaria, a la par de la lucha por la justicia y los embates de las dependencias de gobierno que se niegan, como en miles de casos a encontrar a los desaparecidos por el Estado.


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