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Carava del Sur destapa más historias de desapariciones

En el contingente caminaron muchas de los familiares de las víctimas que se sumaron desde la caravana que se realizó al Norte del país, y muchos guerrerenses que jamás se habían acercado al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, pero que ayer salieron a exigir que cese la violencia y que haya justicia por la muerte o la desaparición de sus seres amados

Domingo 11 de septiembre de 2011, por Desaparecidos 2

Carava del Sur destapa más historias de desapariciones
Estados
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Guerrero

El Movimiento por la Paz estima que se acercaron por lo menos 40 casos de víctimas

En el contingente caminaron muchas de los familiares de las víctimas que se sumaron desde la caravana que se realizó al Norte del país
GUADALAJARA,JALISCO (10/SEP/2011).- Tan solo en Iguala y Chilpancingo, el Movimiento por la Paz estima que se acercaron por lo menos 40 casos de víctimas.

Al escuchar que llegaría la Caravana de la Paz, en algunos negocios del Centro de Chilpancingo pusieron de inmediato carteles que decían: "Adri Morlett, Chilpancingo te está esperando con los brazos abiertos". Y entonces llegó el contingente, ayer por la mañana, y fluyó como río por las calles, con la tía, el hermano, la mamá y otros parientes de Adri Morett, una joven estudiante de arquitectura en la UNAM, originaria de Chilpancingo, que desapareció el 06 de septiembre de 2010.

"Lo último que se sabe de ella es que fue a la biblioteca a buscar un libro de arquitectura. Y hasta el momento no sabemos nada. Pero no queremos hablar en pasado, queremos seguir hablando en presente de ella. Aquí estamos toda la familia, porque cuando alguien desaparece, tu vida queda suspendida, cuando alguien desaparece, ¿qué más sigue?", cuenta la tía de la joven.

En el contingente caminaron muchas de los familiares de las víctimas que se sumaron desde la caravana que se realizó al Norte del país, y muchos guerrerenses que jamás se habían acercado al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, pero que ayer salieron a exigir que cese la violencia y que haya justicia por la muerte o la desaparición de sus seres amados.

Al evento público llegaron un grupo de niños indígenas que cantaron el Himno Nacional en lengua náhuatl, el luchador histórico de Guerrero, Pablo Sandoval, y Tita Radilla, hija de Rosendo Radilla.

Con su testimonio se recordó que la desaparición forzada en Guerrero tiene más de 40 años (hay 600 casos documentados de desapariciones), que todos los casos siguen impunes y que la violencia por el narcotráfico ha agudizado este problema.

"Este problema existe desde los años setenta, en su mayoría de campesinos desaparecidos. Y una familia que tiene un desaparecido, jamás tiene paz. Nosotros tenemos 40 años sin paz. Y aún con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no se ha encontrado a mi padre y eso es lo que como familia buscamos para que haya justicia", señaló Tita Radilla.

Tanto en el estrado como los alrededores estaban llenos de luchadores históricos como la familia de Marisela Escobedo, todas las madres o padres de hijos desaparecidos, un señor de Sonora que aún espera el día en que aparezca su hijo al que se lo llevaron por el pueblo de Vícam, a los 17 años de edad.

Madre suplica que le regresen a sus hijos desaparecidos en Atoyac

María Herrera. Así se llama la mujer que conmovió al país durante el diálogo del Movimiento por la Paz con Felipe Calderón. Y conforme pasan los días, el dolor de María Herrera crece, se aglutina, se desparrama en los actos públicos, como ayer, en Chilpancingo, Guerrero, donde contó con voz de cincel la historia de sus cuatro hijos desaparecidos. Esa historia que nunca se acaba. Que sigue contándose día a día mientras ellos no aparecen.

Frente a Javier Sicilia y rodeado de otros familiares de víctimas de la violencia, la mujer tomó el micrófono y volteó con el poeta: "La verdad no sé cómo llamarle al señor Sicilia, puedo llamarlo mi padre, porque ya el mío ya no vive. Él me ha servido de guía, me apoyó; tendió su mano hacia mí desde el día que me acerqué a él. Yo le pedí: ’Deme su mano y no me suelte’. Y hasta la fecha él me ha cumplido. Y aquí estoy, siguiéndolo".

Luego expresó a todos los asistentes, que cuando escuchaba la palabra Guerrero, "sentía que mi corazón se partía en mil pedazos, porque este es el lugar donde desaparecieron a mis hijos, quienes venían a trabajar, a luchar para ganarse su sustento y se encontraron con que no volverían a ver s u familia. Gracias a estas personas que se lo llevaron, mi vida y la de toda mi familia está completamente destrozada, es tan grande mi dolor que ahora puedo compartirlo".

María Herrera fue intensificando su discurso y la gente, paralelamente, estallaba en llanto, , incluidas muchas de las víctimas que estaban en el estrado escuchándola, especialmente madres de familia que buscan a sus hijos.

"Me dirijo a ustedes como sociedad, me dirijo a los padres de estos delincuentes, porque no les dieron el valor y la ternura a sus hijos para evitar que se fueran del todo camino. Yo ahorita me dirijo a todos esos capos, todas esas personas, esas cabecillas, que me escuchen y que vean el daño que están causando. Dolor, destrucción, sangre. Y quiero dejarles esto en su conciencia, que mis hijos son buenos hijos, buenos padres de familia, buenos esposos, buenos hermanos, tienen toda una familia que los está buscando. Quisiera que se presentara uno de ellos y que vea que gracias a dios, al señor Sicilia, quien nos está enseñando este camino de paz, de justicia y dignidad, quisiera darles un abrazo y decirles, ¡te doy el abrazo que tu madre no te dio, ese abrazo que te hizo falta para ser gente de bien!", gritó en medio del llanto que no la detenía en su discurso y que generó un silencio absoluto en el resto de la Plaza Anáhuac.

"Ojalá esos padres me estén escuchando y que alguno de ellos me deje por aquí a mis hijos y me los haga llegar aquí conmigo, mis hijos desaparecieron el 22 de agosto en Atoyac de Álvarez Guerrero. Y los otros dos fueron a buscarlos y también me los desaparecieron. Y les pido que cualquiera vaya a mi casa para que vea cómo vivo, cómo eduqué a mis hijos, porque si mis hijos tuvieran algo que ocultar, no estaría aquí, estaría muriéndome de dolor, sí, pero muriéndome de vergüenza en mi casa".

Volteó, miró la pancarta con los rostros de sus hijos, y continuó con un discurso fluido pero gritando a los cuatro vientos que su corazón de madre le dice que ellos aún están vivos, "que están con ellos (los delincuentes) y que tal vez los tienen obligados a hacer cosas que no quieren hacer. Esa es mi lucha, por si algún día los ven por ahí, sepan que los estamos buscando. Y les digo a ustedes, a los que no les ha pasado esto, que están muy felices abrazando a sus hijos, ¿están seguros que mañana no les va a pasar lo que a nosotros? No esperen a tener el corazón partido para gritar, para actuar antes de que nos pase. Les pido que alcemos la voz".
CRÉDITOS:
Informador Redacción / EGMO


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