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De la tragedia personal al activismo social

A las hermanas Paredes Lachino, Janahuy y Cristina, la vivencia de sufrir la desaparición de su padre, y luego una dosis de azar, las ha hecho encabezar el activismo en la entidad de los familiares de víctimas de este delito

Miércoles 23 de mayo de 2012, por Hasta encontrarlos

Patricia Monreal

Miércoles 23 de Mayo de 2012

Morelia, Michoacán.- “Nosotros no queremos un cuerpo para llorarle, lo que queremos es justicia”, así los sostienen las hermanas Paredes Lachino, Janahuy y Cristina. A ellas la vivencia de sufrir la desaparición de su padre, y luego una dosis de azar, las ha hecho encabezar el activismo en la entidad de los familiares de víctimas de este delito.

José Francisco Paredes Ruiz desapareció el 26 de septiembre de 2007 en Morelia, a los 57 años, cuando llevó a lavar su camioneta.

En los portales del centro moreliano, acomodadas en la sillas de un café, Janahuy y Cristina cuentan la historia de su padre, esa que les cambio la vida, y marcó su propia historia dentro del activismo social. Ellas están ahí de lleno, apelando a la justicia y no a las lágrimas, a la organización y no a la resignación.

En sus genes está la lucha social, su padre fue integrante del Movimiento de Acción Revolucionaria, fue entrenado en Corea del Norte, y su activismo lo llevó dos veces a ser preso político durante la llamada guerra sucia – con todo lo que ello significaba-, una por siete años en Lecumberri, la otra de tres años en Apatzingán.

Tras su segundo encierro, sale en 1984 para dedicarse al activismo político pacífico. Junto con otros ex presos políticos crean la Fundación Diego Lucero para exigir la aparición de los desaparecidos de la guerra sucia, así como en la elaboración de una Ley en la materia. Después se sumaría a la lucha de Zirahúen contra la privatización de la tierra.

Era sábado cuando José desapareció, se despidió de sus hijas para llevar su camioneta a lavar, por la noche visitó a su padre y ahí le dijo que estaba preocupado porque sentía que lo andaban siguiendo.

Esa noche, al no llegar su padre a dormir Janahuy y Cristina recorrieron hospitales para ver si no le había pasado nada, al día siguiente fueron a presentar la denuncia a la Procuraduría General de la República por la desaparición, pero como era fin de semana no las atendieron, además les informaron que debían esperar 72 horas para poder hacerlo.

Dos días después la camioneta apareció varada en la Salida a Salamanca, a unas cuadras de un campo militar, frente a una caseta policiaca. Los vecinos del lugar luego les contaron que durante los dos días que el vehículo permaneció ahí, los agentes de tránsito se paraban a revisarla, como para llevarla al corralón porque estaba obstruyendo un carril, que llamaban por sus radios, y finalmente tras recibir indicaciones se retiraban sin moverla.

En Michoacán la PGR no quiso tomar la denuncia, la insistencia era que ésta tenía que ser por secuestro porque la desaparición no estaba contemplada. Finalmente Janahuy y Cristina se trasladaron a la Ciudad de México, en donde las acompañó la Fundación Diego Lucero.

En el proceso también las apoyó la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos, sólo así, lograron que el dos de octubre, cinco días después de que su padre desapareciera la PGR recibiera su denuncia.

En la Procuraduría General de Justicia del Estado, el asunto se turnó a la Unidad Antisecuestro, y cada 15 días se daban reuniones en Palacio de Gobierno para informarles de los avances.

Jamás lograron que la PGR asistiera a las reuniones con las autoridades estatales, y finalmente ésta dio por cerrado el caso bajo el argumento de las competencias.

Ellas insistían en que se revisaran las grabaciones de las cámaras del C4, también pidieron interrogar a los agentes de tránsito que no se llevaron al corralón la camioneta a fin de conocer qué órdenes recibieron, además de preguntarles a los policías de la caseta qué habían visto. Estos últimos fueron trasladados a otro lugar, por lo que no se les citó.

A Janahuy y Cristina las empezaron a seguir, eran elementos de la PGR en Michoacán a los que habían acudido para presentar de inicio la denuncia, incluso los llegaron a sorprender tomándoles fotos.

“Todavía hay gente que nos sigue, hay temporadas que se hacen más visibles, pero siempre nos vigilan. Una vez que fuimos a la Procuraduría estatal para aclarar una fecha en la denuncia, el abogado que nos siguió, nos quiso acusar de que alguien nos financiaba, y nos dijo en dónde habíamos estado, a quién visitábamos, si habíamos asistido algún foro, tenían el registro de todo lo que hacíamos”.

En la Procuraduría las encerraban en cuartos distintos para interrogarlas, les decían que quién estaba detrás de ellas, qué si las financiaban, les decían que la otra ya les había dicho todo, y las presionaban, “ya luego nos dimos cuenta que eso lo hacen siempre, se lo han hecho a otros familiares de desaparecidos.

“Incluso hay algunos que los llevan disque para darles apoyo sicológico, ahí los acuestan en el piso, les dicen que sus familiares ya no están en este mundo, que se relajen para conectarse con ellos. Le dicen a uno que superes lo que pasó, que rehagas tu vida, como para que ya no exijas justicia, ¿pero cómo vas a olvidar?”.

Para el 2010 la Comisión Nacional de Derechos Humanos –a la que también habían acudido- determina archivar el caso de su padre, porque “no había elementos” para seguir la indagatoria.

“El único que parecía responder era el gobierno estatal, un dos de octubre nos reunimos con Leonel Godoy y dijo que nos iba a apoyar para llevar el caso a la Corte Interamericana pero sólo se hizo el tonto. Después lo volvimos a ver en un evento que hubo en el Congreso del Estado, ahí ya estábamos como organización con más familiares afectados, nos apartó un poco de los otros y nos dijo: “yo el caso de Pancho estoy dispuesto a apoyarlo, pero si ustedes están con los otros casos de esa gente, entonces está de pensarse, no hay que revolver las cosas””.

Ahora ellas trabajan para que el caso de su padre se resuelva en instancias internacionales, de las autoridades en México ya no esperan nada.

Una vez en un evento realizado en la Plaza Melchor Ocampo por el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, las invitaron a participar, ellas pusieron una mesita para informar de su caso, y ahí gente que pasaba empezó a detenerse y contarles casos similares a los de ella, de gente que desaparecía y los familiares padecían el peregrinaje en esperanza de encontrarlos o hacerles justicia.

Finalmente la organización se conformó y ahora encabeza la lucha en la entidad por el esclarecimiento de los desaparecidos, aunque la respuesta común, es la impunidad.


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