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Desaparición forzada de Luis Enrique Castañeda Nava, Diego Antonio Maldonado Castañeda y Ana Belem Sánchez Mayorga
“POLICÍAS DE PARACHO DESAPARECIERON A NUESTROS HIJOS”: MADRES
Lunes 18 de julio de 2016, por
Paracho, a 17 de julio de 2016.- La Procuraduría General de la República (PGR) “nos engañó”; la Comisión Nacional de Derechos Humanos, “juega con nuestra esperanza y no sirve para nada”; el Comité Contra Desapariciones Forzadas de la ONU, ha sido “un respiro”; la solidaridad de los michoacanos, “con mucha tristeza decimos que ha sido nula, empezando por su procuraduría”, aseguran cuatro años después las madres de los jóvenes profesionistas desaparecidos en Paracho, en el marco del festival de globos de Cantoya, quienes piden ser escuchadas por el gobernador.
Se trata de la terna de Luis Enrique Castañeda Nava, Diego Antonio Maldonado Castañeda y Ana Belem Sánchez Mayorga. Ella y Diego, psicólogos; Luís, licenciado en Comunicación. En vacaciones de verano, a través de la asociación Kidscience, se contratan para obtener un ingreso adicional en sus economías. Por eso acudieron a descubrir con los niños parachenses la arquitectura íntima de los globos de Cantoya, desde los principios mismos de la Física. Jóvenes soñadores que piensan que un México mejor es posible. Por eso no dudaron en venir a Michoacán.
Como se recordará, llegaron contratados por el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología, porque le resultó más económico apoyar al festival de esa ocasión con el pago de los talleristas que con los boletos de avión que le habían solicitado.
El taller a través del que los niños encontraron una explicación científica para el ascenso de globos, se desarrolló los días 19, 20 y 21 de julio de 2012. Por la tarde del último día, Ana, Diego y Luis, estuvieron en la inauguración pasada por agua, del ahora Cantoya Fest. Más tarde, al parecer, tras un altercado en un bar, y una vez que se encontraban en sus habitaciones del Hotel Santa Fe, fueron sacados con lujo de violencia, y probablemente con disparos de arma de fuego.
La dueña del hotel, doctora Rosa María Herrera, declaró ante la PGR, muchos meses después, que fueron los policías municipales quienes sacaron por la fuerza a los jóvenes, y quienes, con su anuencia de propietaria, permanecieron por cerca de dos horas lavando las habitaciones de los profesionistas. Ni ella ni su personal notificaron a las autoridades y, por el contrario, cerraron el hotel durante dos semanas.
¿Por qué si ya lo saben no han detenido a nadie?: Laura Castañeda
La conclusión es que fueron los policías municipales los que se llevaron a los muchachos, asegura Laura Castañeda, madre de Diego. “Eran o son uno mismo con el crimen organizado”. Lo dice por las declaraciones de otros huéspedes, pero sobre todo por las de la dueña del hotel luego de muchas presiones para que la PGR la citara, una vez que atrajo el caso después de un año de nulidad estatal.
Han tenido que hacer presión, tanto en la calle con la pancarta o el globo improvisado, como en instancias internacionales como el Comité Contra Desapariciones Forzadas de la ONU, con sede en Ginebra, para que la PGR siga esas pistas, porque por su propia cuenta, esa instancia “no tiene la voluntad para investigar nada”.
También saben que declararon a algunos policías de entonces, y que “a los que les tocó el rondín esa noche dijeron que cuando llegaron al hotel ya no había nada, que todo mundo estaba durmiendo… pero la dueña del hotel dijo que fueron ellos, y que después lavaron los cuartos y que se quedaron por dos horas discutiendo ahí mismo”. Y lo que no saben es por qué no los han detenido, pues “seguramente siguen siendo policías”.
Sus familias están también desilusionadas de las comisiones estatal y nacional de Derechos Humanos, sencillamente, porque “no sirven para nada”, señala Laura Beatriz. “Metimos denuncias y jamás hicieron nada”.
En este periodo de búsqueda y desesperación, se han enfrentado, por si fuera poco, a la extorsión y al cinismo. Un presunto cura se ofreció como mediador. Les hizo creer que tenía contacto con los captores y que pedían 500 mil pesos por soltarlos. Como los visitó con sotana, y como la esperanza es terca, le creyeron. Juntaron el dinero y hasta la fecha, no saben nada del estafador, y menos de la denuncia en su contra.
Anibal Guerra, presidente del comité ejecutivo estatal del Partido Movimiento Ciudadano en aquel año, “me dijo que a él le iban a entregar a los muchachos en unos días más, que ya había hablado” con los delincuentes, y ante el asombro y la esperanza, el político de marras explicó que así como ella sabía en su colonia “dónde venden zapatos, maletas… él sabía en Michoacán dónde se reunía este tipo de gente y quiénes eran”, y que ellos le habían dicho que se los entregaban tal día, y que si no, pues que ya ni los buscaran. Recomendó entonces a Laura que “ya mejor me dedicara a cuidar a mis demás hijos”. Ante ello pusieron una denuncia ante la multicitada PGR, pero “el señor Anibal desapareció del mapa”.
Si hay que resumir su experiencia humana de estos cuatro años, doña Laura, musitando, señala que “esto es una agonía de cada día” que afecta a toda la familia y a la red de amigos. “Se deshacen las familias”, de destrozan sus emociones, su economía, su integración. Por eso espera “con el alma y el corazón en la mano, que por ahí los tengan, que estén vivos… que algún día regresen”, pues no quiere pensar otra cosa, “nos resistimos a imaginar otra cosa”.
Finalmente, envía unas palabras al Ejecutivo estatal: “nuestros hijos lo fueron a apoyar en una ocasión a Morelia, en una de sus campañas, porque eran de sus partidos, eran de izquierda. Queremos verlo señor Silvano, ahora que es gobernador, porque se ocupa gente con poder para que se haga justicia”, concluye la madre del hijo ausente, con las palabras ahogadas, atascadas, esperando “un gramo de justicia para nuestros hijos”.
Esto es un morir diario, a cada rato: Guadalupe Nava
Lágrimas y sollozos no le alcanzan a Guadalupe Nava Cruz para pedir que el gobernador Silvano Aureoles meta mano, “un poco”, para unir hilos sueltos que hagan saber el paradero de su hijo Luis Enrique, de su sobrino Diego, licenciados en Comunicación y en Psicología, y de Ana Belem, también psicóloga.
En la CNDH, alguna vez les encendieron la esperanza, y siempre les apapacharon diciéndoles que estaban con ellas, que las comprendían, pero a juzgar por su eficacia interventora ante la ausencia de su hijo: “no sirve para nada”; y la de Michoacán, “menos”.
Su experiencia ante las procuradurías, la estatal primero, durante el primer año, y la federal después, resulta en una trama deshumanizada, indolente, burocrática y fría. De no creerse. “Si nosotros no vamos, no hay nada, siempre nos dicen que esperemos su llamada, pero nunca nos llaman”. En su primera visita a Michoacán, recuerda que en la procuraduría estatal se les acercaron presuntos agentes, aparentemente solidarios con ellos, que “querían como meternos miedo, decían que corríamos peligro en Michoacán, que nos estaban vigilando, que mejor nos regresáramos a México”. Además, el cambio de personal las ha llevado a empezar de cero, cada vez.
La entrevista con doña Guadalupe Nava se torna difícil. Inaudible. Dolorosa. Injusta. Las lágrimas no cesan, las palabras se desintegran, las vocales se revuelven con las consonantes y los sollozos. Pero sí sabemos, como cualquier lector, lo que eso quiere decir.
La mariposa azul
Semanas antes de su desaparición, Ana escribió a su mejor amiga, Lizeth Freyre: “Somos de una vez y para siempre”. Ahora cree que entiende mejor esa frase. Por eso, le reitera también un mensaje cifrado, propio de la complicidad entre amigas: “Ana: permite que la mariposa azul te hable al oído y te dé fuerzas para volar de regreso a casa”.
La considera una hermana, aunque no compartan la misma sangre. Le pesa su ausencia, el no reír juntas. La ve en los sueños, se abrazan, chismean, sonríen. “Pero duele despertar y saber que fue un sueño y que ella no está”. La sigue esperando, ahora que ya es madre y que quisiera que Ana conociera a su hija, a la que no sabe “cómo le explicaré que su mami tiene una hermana que siempre lleva en el corazón, aunque no sepa dónde está y si volverá alguna vez”.
Sabe que su amiga fue a “extender la mano a quien lo necesitaba, desde su formación como psicóloga”, por lo que anhela “con toda la fuerza de mi ser, que mi hermana regrese a mi lado, que me extienda la mano como siempre, que ría a mi lado como siempre, que lloremos juntas, que festejemos juntas, que sigamos viviendo esta vida juntas…”.
Los familiares se han acercado a redes de desaparecidos, han visitado la zona, han protestado para exigir justicia, para pedir que se actué, por favor y por ley, para localizar a los divulgadores de la ciencia. Familiares y amigos, inmersos en ese vértigo de tristeza, rabia, impotencia y esperanza por volver a ver caminando por las calles del corazón del país, a esta terna de jóvenes estudiosos, profesionistas, inquietos, solidarios, activistas, muy queridos; honorables y limpios pues, cuya suerte no debe quedar reducida a un número, cuatro años después. (Martín Equihua).
Ver en línea : http://mundopurepecha.com/2016/07/1...