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Nunca Más la Desaparición Forzada

Viernes 26 de agosto de 2011, por Hasta encontrarlos

Nunca Más la Desaparición Forzada

José Enrique González Ruiz

Yo vivo de mi mala fama.

Declaración del perpetrador

Jesús Antonio Sam López.

La desaparición es una política de Estado

No es un tiro en el aire ni un acto de locura; la desaparición forzada de persona es una conducta deliberada de un aparato de poder, en el marco de una política tendente a mantener a cualquier costo el control de la sociedad, a cualquier costo: “A sangre y fuego” dijo Sam López que acabaría con la delincuencia en Colima, cuando tomó posesión de la Procuraduría de Justicia del Estado. Sin importar que sigan cayendo seres humanos por “daños colaterales”, decidió Felipe Calderón refiriéndose a su guerra contra la delincuencia organizada”.

La desaparición es, quizá con la ejecución extrajudicial, la expresión más temible de una política represora. Involucra a diversas instancias públicas, pues requiere recursos materiales (armas, vehículos, equipo, instalaciones de tortura y reclusión) y de influencia en las esferas políticas (de policía, de procuración y administración de justicia). Y tiene su fundamento en la impunidad, pues el perpetrador se atreve a cometer atrocidades porque tiene la certeza de que no será castigado.

Técnicamente, la desaparición forzada requiere tres elementos

1. Una detención ilegal.

2. Cometida por un agente del Estado o por un particular actuando con la aquiesencia de aquél.

3. Seguida por la negación de la autoridad.

La desaparición es un crimen aborrecible

Estamos ante una acción pluriofensiva, que vulnera un gran número de Derechos Humanos: La seguridad, el debido proceso, la libertad y la integridad física, entre ellos.

El perpetrador actúa desde el poder; con su protección. Se mueve en la obscuridad y se alía con otros individuos que, como él, saben que están violando la Ley. No corre riesgos, porque tiene la certeza de que sus jefes le salvarán el pellejo y le recompensarán.

Es una técnica represiva que los franceses aplicaron en Argelia, los nazis en Alemania y los gobiernos autoritarios (militares y civiles) en América Latina. Es un acto del mal que pretende la impunidad eterna. Como dijo Emiliano Fessia, de “Hijos Argentina”, estamos “ante uno de los crímenes del poder estructurado como Estado” (“La Desaparición Forzada y el Derecho a la Verdad”, programa de Patricia Chávez en el Canal del Congreso, 24 de agosto del 2011).

Generalmente pasan muchos años para que un perpetrador sea juzgado. En Argentina y Guatemala se está logrando que los tribunales sancionen a criminales de lesa humanidad, incluyendo a militares. Pero en México la impunidad va ganando la partida.

Lo anterior determina que los agentes del estado que vulneran Derechos humanos se vuelvan reincidentes e incluso reclamen con fuerza que se les trate de juzgar en tribunales civiles. El fuero militar ayuda a la consumación y repetición de este tipo de crímenes.

La Guerra contra el crimen organizado es pretexto para combatir a la sociedad

No debemos dejar que nos engañen. Combatir al crimen organizado no se reduce a liquidar a supuestos o reales sicarios. De hacerse a fondo, comenzaría por quienes toman las decisiones y acumulan la riqueza malhabida (o sea, políticos y banqueros).

Lo que hoy se hace es reprimir a gente del pueblo, aplicándole medidas extremas como la desaparición forzada. Por higiene nacional, ésta debe terminar y dar paso a juicios formales en contra de los perpetradores.

Desapariciones nunca más.

26/agosto/11.

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