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Antonia Ramírez Cruz, madre de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez, jóvenes triquis desaparecidas.
Carta
Viernes 2 de julio de 2010, por
El 5 de julio de 2007, cayó la desgracia en mi familia cuando mis dos hijas: Virginia y Daniela Ortiz Ramírez desaparecieron, pienso que este acto fue cometido por personas dementes que no saben respetar a las mujeres y mucho menos conocen el dolor humano.
Hablando de la familia Ortiz Ramírez, una familia numerosa, hemos sido felices y basamos nuestras relaciones en el respeto a las demás personas, somos humildes, pero luchamos por el bien de nuestros hijos, que todos ellos tengan estudios para que no sufran lo mismo que nosotros pasamos por no sabemos leer ni escribir.
De los hijos que me quedan cada uno son muy diferentes, así es la naturaleza, cada persona es única, por lo tanto no pueden sustituir el lugar de sus hermanas Daniela y Virginia; también cabe mencionar que cada hijo es diferente en su forma de ser y de pensar. Además, ellas dos tenían un lugar importante en esta familia por la alegría que tenían frente a la vida y que contagiaban a los demás; una de ellas era maestra bilingüe y la otra era estudiante de la secundaria apenas iba en segundo año.
Daniela es una niña muy risueña, su juego favorito es básquetbol, es sociable, se llevaba con todas las personas del pueblo, cariñosa con sus abuelitos, tiene muchos amigos de su edad, respeta a los señores y a las señoras, juega con los niños. Y a pesar que en el pueblo no es bien visto que una muchacha sea tan alegre e interactiva, ella se ganó la simpatía de todo el pueblo.
Cuando estaba con nosotros, en sus tiempos libres se dedicaba cuidar su animal preferido, una mula, ya que la dominaba y los demás no pueden controlarlo. Su mayor anhelo es llegar a ser agente de policía municipal y decía que iba poner orden y que por medio de la gestión iban a haber más apoyos a la comunidad.
En cambio mi hija Virginia es diferente en su forma de ser, un poco seria y muy respetuosa con las personas no le gusta bromear; su juego favorito es básquetbol, cómo olvidar cuando se daba sus escapaditas para ir a jugar, porque antes no estaba permitido este juego para las niñas y muchachas con la creencia que teníamos, pero ella hizo que nosotros como padres diéramos el visto bueno de este juego que tanto le gusta, a veces había fiesta entre las comunidades vecinas la llevábamos para que ella formará su equipo para jugar y le dábamos nuestros apoyo.
Entonces con la desaparición de las dos, fue un golpe muy fuerte para mi familia, pero para uno como madre es más dolorosa, por lo que pusimos la denuncia en el municipio de Putla Villa de Guerrero, cabe mencionar que el riegos que corríamos al viajar era de muerte, porque constantemente hay emboscadas no hay un momento de tranquilidad, muchos menos libre tránsito para los habitantes de las comunidades.
A pesar de los riegos seguimos buscando a mis hijas. Porque el dolor, sufrimiento y la desesperación del no saber nada de ellas es más fuerte; día y noche esperamos su llegada o cuanto hay cualquier ruido de un carro, el teléfono, cuando ladran los perros nos asomamos para ver si son ellas y al saber que no son ellas la ilusión se vuelve un tormento.
Por lo tanto ni puedo dormir, la tristeza y llena mis ojos de lágrimas, y el dolor se apodera de mi cuerpo. Este sufrimiento de tres años ha provocado el descuido de mis otros hijos, por andar dando vueltas y sin avances por partes de las autoridades correspondientes. Las veces que acudí en la instancia que imparte las leyes lo único que he recibido son las burlas de ese funcionario (Ex procurador).
Nada más dábamos vueltas de en balde, a pesar de que hay testigos que vieron los hechos ocurridos.
En este tiempo de búsqueda ha sido muy difícil para mí como madre, piensa uno que lo peor les puede estar pasando a ellas.
Hubo un momento en que me sentí fracasada como madre por no poder hacer nada por mis hijas, por las respuesta de las autoridades, pero gracias a Dios tengo fuerzas, gracias al apoyo de mis sobrinas, de la Licenciada Yesica Sánchez Maya y de otras personas, por medio de ellas dimos a conocer la desgracia que me pasó a mi y a mi familia; durante este proceso de trabajo se difundió la violencia que padece las mujeres de la Triqui Baja de San Juan Copala.
En una de las conferencias me desmayé de tanto dolor, de la desilusión de las autoridades de no presentar a mis hijas, caí en una depresión hasta me dieron ganas de morir, pero gracias a las licenciadas me dieron palabras de ánimos, entendí que mis hijas me necesitaban fuerte para luchar por ellas.
Durante estos tres años de sufrimiento me siento mal físicamente pero no me doy por vencida, seguiré buscando hasta que mis hijas estén de regreso a la casa donde ellas deben de estar.
¡¡¡ Ánimo hijas, estoy luchando por la liberación de ustedes!!!
¡¡¡No pierdan la esperanza, sepan que estoy luchando por ustedes¡¡¡
¡¡¡Si no están ellas...... No estamos todas!!!
Fuente: Reflexión Informativa Oaxaca